Existen 7 músculos extraoculares: cuatro músculos rectos, dos músculos oblicuos y el músculo elevador del párpado superior. Son los encargados de desplazar el globo ocular hacia el objeto de atención del campo visual para que las imágenes percibidas por cada ojo se fusionen en una sola en el cerebro visual.
A través de complicados circuitos neuronales y cerebrales, los nervios oculomotores (pares craneales III, IV y VI) dirigen y coordinan las acciones de los músculos oculares. El término parálisis oculomotora hace referencia a la disminución de fuerza de un músculo, lo que se traduce en una reducción del movimiento de rotación del globo ocular en la dirección correspondiente al músculo paralizado. El déficit parcial del movimiento se denomina paresia, mientras que si el déficit es total, hablamos de parálisis. Pueden presentarse de manera aislada o asociadas entre sí.
Estrabismo (pérdida de paralelismo de los ojos): la parálisis oculomotora genera una desviación vertical, horizontal, torsional o mixta, dependiendo del músculo o músculos afectados por la falta de inervación.
Diplopía (visión doble): se produce porque en el ojo afecto de la parálisis, la imagen del objeto que se mira no cae en el mismo punto retiniano que en el ojo sano, pues ambos ojos no se mueven de forma coordinada.
Tortícolis: es la posición anómala de la cabeza que adopta el paciente para compensar la visión doble. La cabeza “se gira” hacia el lugar donde tiene mayor dificultad el músculo paralizado, para tratar de sustituir su acción.
Si la parálisis está en fase aguda (6 primeros meses), el tratamiento debe ser conservador e incluye varias opciones terapéuticas:
Cuando han transcurrido más de 6 meses desde la instauración del cuadro clínico, hablamos de fase crónica. Si ha habido una recuperación parcial, existen diferentes alternativas en función de la magnitud de la desviación residual que presente el paciente: